ILV en el Perú

Cuando viajas a una ciudad diferente, es bastante común que te hagan preguntas sobre tu ciudad. En estos últimos años, en mis viajes con el Instituto Lingüístico de Verano (ILV), me he sorprendido al descubrir la cantidad de personas relacionadas a misiones que conocen Pucallpa y Yarinacocha, donde yo vivo. En esas ocasiones no he tenido que explicar mi clima, costumbres o historia; todo lo contrario, algunas veces he sido yo el que ha preguntado sobre la historia de Pucallpa y Yarinacocha.

Y es que el ILV está presente en Perú desde 1946, cuando William C. Townsend, su fundador, llegara junto a los lingüistas pioneros a Ucayali. En donde luego de algunos años asentaran su base principal en los actuales terrenos de la UNIA en Yarinacocha, con la convicción de llevar al Dios Salvador a las culturas que aún no lo conocían.

El Instituto Lingüístico de Verano ha realizado labores en más de 30 lenguas diferentes en la selva peruana y en más de 20 lenguas del quechua desde su llegada en aquellas décadas. Estudiando los idioma y sentando las bases para los proyectos de traducción que iniciaron, generando materiales de alfabetización a niños y adultos, capacitando a docentes de educación bilingüe, entre otras muchas actividades.

Les presentaron al Salvador, de una forma adecuada para cada situación, no olvidando las diferencias culturales a pesar de que formemos parte del mismo país. Viviendo las mismas alegrías y sufriendo también las mismas penurias, por amor a ellos, en obediencia a nuestra comisión.
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Unos pobladores quechuablantes de Cajamarca, al escuchar una historia de la bíblia en su propio idioma, dijeron alguna vez*: “Lea más. Estas palabras no nos hacen doler la cabeza como las palabras castellanas”… “Yo he sido creyente por muchos años pero nunca antes había entendido cómo había hecho Dios el mundo”

Con todos esos años de historia, podrías pensar que el trabajo ya ha terminado, pero no es así.

Del mismo modo que no ha terminado nuestro trabajo en las ciudades grandes de Perú, pues aún se necesita contar el evangelio con salidas a los parques o campañas de evangelismo en los templos; del mismo modo que las ciudades más pequeñas, a donde es necesario planear un viaje, aún necesitan nuestra visita para animar a las iglesias o donde aún faltan ser fundadas.

Así también existen decenas de comunidades más alejadas aún, tanto así que hablan lenguas diferentes al español, que también están incluidos en nuestra gran comisión y de cuyas vidas somos igualmente responsables ante el Señor. Comunidades que llevan solo unos años con una traducción de la biblia a sus propia lengua o, aún más alarmante, que aún no lo tienen. Esto significa que cuentan con menos personas preparadas para enseñarles y pastorearles y con mucho menos material impreso que les permita conocer al Salvador y crecer como cristianos.

 

Aquellos lingüistas que fueran elegidos por el Señor para gastar sus vidas llevando el evangelio a los rincones de nuestro país, ya hicieron su trabajo. Hoy en día, los peruanos estamos llamados a continuar esta labor, a continuar el trabajo que iniciaran otros hace mucho y a ir aún más allá, a donde por la tan grande cantidad de lenguas y dificultades geográficas en nuestro país, aún no hemos llegado.

Tomando las palabras de James Roberts*:

“En este nuevo milenio, el rol del ILV está cambiando de la misma manera que ha cambiado el panorama social”

No esperemos que más lenguas peruanas se extingan, como los Resígaros, Chamicuros o Isconahuas, pues con la pérdida de estas lenguas se pierde quizá la oportunidad de hablarles de Cristo de la única forma que podrán entender con claridad.

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* Pueblos del Perú. Instituto Lingüístico de Verano. Primera edición, 2006

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